Los discursos de los galardonados con el premio Nobel suelen ser interesantes. Como el que me acabo de encontrar en Internet, de 1982, de Gabriel García Márquez. Su título- “La soledad de América latina”- ya de por sí invita a su lectura, Comienza así: “Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en su primer viaje alrededor del mundo escribió a su paso por nuestra América meridional, una crónica rigurosa, sin embargo parecía una aventura de la imaginación.”
El 10 de agosto de 1519, las naves partieron de Sevilla río abajo para fondear en Sanlúcar de Barrameda y completar su abastecimiento. Allí permanecieron más de un mes y de aquí zarpó la expedición compuesta de cinco naves: “La Trinidad”, “San Antonio”, la “Victoria”. Y la “Concepción”, ésta última al mando de Fernando de Magallanes, con un total de 237 hombres de tripulación
Uno de los grandes problemas fue el reclutamiento de marineros suficientes para tripular la flota. Los orgullosos marineros castellanos no querían servir a un comandante extranjero……peor aún: el taciturno Magallanes se negaba a decir exactamente a dónde iban. Y los marineros profesionales no se decidían a comprometerse en una expedición de dos años o más a “un mundo desconocido”. A decir verdad, parece que el único que se alistó gustoso fue Antonio Pigafetta . Acaso fuera también seguramente espía de los mercaderes venecianos interesados en el tráfico de las especias .En todo caso, la historia tiene una deuda con Pigafetta, pues su diario, vivido y detallado, es una narración de primera mano de aquella trascendental de Fernando Magallanes.
La mayoría de los hombres se confesaron y se abstuvieron del trato con mujeres. Las tripulaciones de las cinco naves se componían de diversas nacionalidades, entre ellos: Antonio Pigafetta, un italiano de espíritu aventurero, que consiguió embarcar a sus contactos influyentes y que se encargó de registrar en un diario todos los acontecimientos de la travesía. Pero además agregaba datos personales y algunas anotaciones bajo el prisma de su devoción por Magallanes. Resaltando las virtudes del capitán, como que rechazaba las ofrendas de riqueza (oro), que atendía personalmente a enfermos y heridos, o soportaba el hambre. Siempre destacando la habilidad para leer mapas y navegar del capitán.
El primer empeño de Magallanes era descubrir un paso entre los dos océanos, por lo que, desde que arribara a Brasil desde Cabo Verde, se dedicó a recorrer la costa del hemisferio sur del nuevo continente. Durísima navegación en la que tuvo que afrontar grandes dificultades y controlar a una tripulación violenta e impaciente,frecuentemente amotinada. El encuentro de los navegantes con los indígenas de Sudamérica muy pintoresca. Como observaban que aquellos tenían los pies muy grandes , los llamaron “patagones”, Eran fornidos, vestían pieles de Guanaco y comían carne cruda, ratas sin depellejar, y se podían beber un cubo de agua de un tirón.
El extremo sur del continente los recibió con una furia de los elementos que, a tal punto, hizo que la nave “San Antonio” abandonase la expedición u regresara a España.
Finalmente, se abrió ante las restantes naves que continuaban su periplo un estrecho por el que por el que cruzaron, 350 millas durante 38 días, hasta dar con mar plácido al otro lado, que bautizaron con el nombre de Océano Pacifico. Dando nombre también al estrecho: de Magallanes.
El cuaderno de bitácora de Pigafetta registra desde aquel momento una navegación sin rumbo concreto, desconociendo la inmensidad de aquel, océano y, por mala suerte, pasando de islas como Las Marquesas, Tahití o Fiji, sin visitarlas.
Arribaron a la isla de Guam en las Filipinas y continuaron hasta Cebu. Magallanes trabó amistad con el jefe de los nativos que en aquello momentos estaban envueltos en una guerra encarnizada con los habitantes de la vecina isla de Mactan en el estrecho de Bohol.
Fue un error el acceder al requerimiento de su amigo y jefe de Cebú para ayudarle en el combate. Lo hizo para ganarse la admiración de los isleños de Cebú, y lograr la conversión al cristianismo y hacerse con las ansiadas especias.
Magallanes escogió 40 de sus hombres más intrépidos y decidió alcanzar la orilla, siendo recibidos por una lluvia de flechas envenenadas; una de ellas alcanzó a Magallanes y sobre él cayó una jauría humana causándole la muerte. Esto, ocurrió el 27 de abril de 1521.
Tras su muerte, Sebastián Elcano tomó el mando de las naves y tripulaciones supervivientes: todo ello muy mermado. Con un cargamento de especias (que entonces alcanzaba un precio superior al oro) emprendieron el regreso a España. El cargamento fue capturado por los portugueses
Elcano cruza la barra del río Guadalquivir y descarga en Sanlúcar de Barrameda con 18 hombres supervivientes el año 1522.
Lamentablemente Elcano muere en otra expedición víctima del escorbuto. Pero sus huellas quedaron en la playa de Sanlúcar y en la Historia, junto a los grandes navegantes.